martes, 19 de febrero de 2008

Butaca de patio: 30 días de oscuridad.

Buenos días.
Vamos con la segunda entrada dedicada al cine, y en esta ocasión, la cosa va de vampiros. Sí, estoy escribiendo sobre 30 días de oscuridad.
Si últimamente el cine de terror se está diversificando en cuanto a los “malos” pues encontramos monstruos indefinibles, zombies, psicópatas, sectas y otros menos habituales, los vampiros, que siempre han ocupado un lugar privilegiado en el cine de terror, son los protagonistas de una película que podía haber sacado más partido del escenario donde se recrea.
La idea original es buena, por lo menos a mi juicio, pues se desarrolla en un pueblo perdido de Alaska donde se alternan meses sin noche con meses sin días, o lo que lo mismo, sin luz solar. La película comienza justo en el último día de luz y plasma (o lo intenta) la vorágine que un grupo de vampiros cometen durante los siguientes 30 días y cómo un grupo de ciudadanos sobreviven durante ese mes esperando a que el día vuelva a ser tal. Hasta ahí y sobre el papel, vale, puede interesar. Pero la película hace aguas por muchos lados.
En primer lugar, nadie sabe de dónde vienen los vampiros ni qué han hecho o dónde se han ocultado durante el mes previo. Envían a una especie de “adepto” (como el personaje de Renfield en el Drácula de Stoker) o ghoul (algo así como sirviente vinculado por sangre según La Mascarada, el juego de rol) que de repente aparece en ese pueblo para desarticular la red eléctrica y así evitar que sus señores, los vampiros, sufran daño. Vale. Pero ¿por qué matan los perros? Es un misterio.
Una vez hecho esto, llegan los vampiros al pueblo y se desata una masacre. En apariencia los vampiros deambulan a sus anchas por todas partes y los supervivientes se agrupan en un bar al cual no acuden los vampiros (serán alérgicos a los bares, supongo) y durante 30 días, en un pueblo que tiene 152 habitantes o lo que es lo mismo cuatro casas, son incapaces de encontrar a los supervivientes. E incluso llegan a usar a una niña como cebo para que salgan de su escondite y así cazarlos. Alguien puede pensar que no buscan porque les afecta el frío pero luego los ves por la calle en mangas de camisa o con vestiditos de verano.
La atmósfera que se pretende crear de claustrofobia, de incapacidad para poder escapar del pueblo no se consigue en toda la película siendo el final muy previsible. La intención de generar desesperación en los supervivientes tampoco se consigue y además, la secuencia final es muy pastelera (digna de una película de A3 o T5 un sábado por la tarde).
Con todo, tiene algo bueno, al menos para mi gusto. Los vampiros no son los clásicos seres sofisticados, glamorosos, vanidosos que se sienten superiores a los humanos. Son depredadores sin escrúpulos que entienden al humano como comida, sin más. Y ese, según se desprende en todo el metraje, es su motivación y objetivo (curioso, cuando menos, el detalle de estar siempre manchados de sangre, algo impensable en un vampiro de Ann Rice o de la Hammer). ¿Qué sucede después? Es todo un enigma, supongo que para dar motivos para una secuela y de ser así, me preguntaré porqué producen semejantes películas.
Resumiendo: carne de DVD.

Desde un oscuro rincón de la Biblioteca de Miskatonic...
Juanitoblazer

viernes, 15 de febrero de 2008

El rol y yo. Por Cthulhu.


Buenos días.
Este título bien hubiera podido valer para un película o un libro pero no es el caso. En realidad, lo lógico es que hubiese escrito: El Rol y yo, por Juanitoblazer pero como casi siempre arbitro La LLamada de Cthulhu, el juego de rol, pues he decidido asumir, con permiso temporal, el rol (nunca mejor dicho) de este primigenio.
Para aquellos que conozcan este pasatiempo, poco nuevo descubriré y para aquellos que lo desconozcan o bien tengan recelos de él (se ha dicho mucho y casi todo malo de los juegos de rol en los medios de comunicación) me gustaría contar mi experiencia. Quizás captemos nuevos adeptos para la causa.
Los juegos de mesa siempre me han gustado. Siendo pequeño, los juegos reunidos Geyper, el de magia Borrás, sobre todo, y ya más mayorcito, el Monopoly, Palé, Petrópolis o Ruta del Tesoro siempre estaban sobre la alfombra del salón cambiando de manos propiedades, dinero y sobre todo, buenos momentos. Ya algo más mayor, pero no mucho más y debido a mi afición por la historia militar, descubrí los juegos de guerra aunque si bien es cierto que ya me había "pegado" muchas veces en el peculiar y entrañable tablero del Stratego (¡dichosa bandera!). Así comencé a jugar a juegos de la antigua NAC (aún recuerdo que era imposible ganar con los alemanes en la Segunda Guerra Mundial de esta editorial y mirá que lo intenté veces) e International Team (marca italiana muy peculiar). Un día apareció un amigo (siempre es otro, nunca tú, jajaja) con un juego, el Guerra y Paz, de Avalon Hill (líder en juegos de tablero y guerra durante décadas) y mi universo "wargamero" cambió: conocí a grandes amigos que aún conservo (y han pasado unos 25 años de aquello), juegos diversos, más reglas (brrrrrrr), más marcas... En fin, un formidable cambio.
Estratégicos, operacionales, tácticos, batallas, campañas, guerras completas; pasé de un juego casi infantil en concepción y desarrollo a verdaderas biblias wargameras (el ASL, que ya es). Y gracias a otro amigo (insisto, siempre es otro, nunca tú) descubrí una cosa que si bien había oído sobre ella nunca le había prestado atención alguna: el Rol.
Recuerdo sus esfuerzos por explicarme en qué consistía, y yo, no entendía nada. Mi concepto del juego era hexagonal o espacial, nada de hojas de papel, ni dados extraños ni interpretar a alguien que no era yo. Y dijo la frase mágica: Tú vienes, juegas y aprendes sobre la marcha. En fin, el caso es que el día de marras iba yo dándole vueltas a esa frase y no lo tenía muy claro: ¿jugar sin aprender las reglas?, vamos que no me cuadraba mucho a mí el asunto. La cuestión es que llegué, me senté y me dieron a un personaje de otro jugador que no había podido asistir a la partida (ésta era de Runequest, fantasía medieval, para resumir). Jugamos, pasamos la tarde y al final de la sesión, la esperada pregunta: qué te ha parecido. Y yo, con educación y sinceridad a partes iguales, contesté que no me había hecho mucha gracia.
Este amigo, sin perder la sonrisa, me preguntó si me gustaba el genero de terror a lo que respondí con un sí rotundo y entonces, sin hacer caso de mi respuesta anterior, dijo, el sábado que viene jugamos rol de terror; puedes venir si quieres.
Respondí que sí pero no debido a mi experiencia vespertina sino al gusanillo del terror y al sábado siguiente, con un juego que se llamaba La Llamada de Cthulhu y una aventura del Fatal Experiments, caí en la perdición. Ya estaba enganchado.
De aquel entonces a hoy han transcurrido 20 años (que se dice pronto) y a la cuarta o quinta partida, di el paso del cambio: pasé de jugar a dirigir. Y siempre disfruto, sea una partida de unas horas o campañas semana tras semana. Y siempre, siempre, los jugadores y yo como árbitro, o vivecersa, conseguimos disfrutar de ratos entrañables.
Para los profanos y a modo de explicación rápida (insisto, mejor jugar, nada de retahilas teóricas) el Rol es como una obra de teatro, una película o un libro, donde los jugadores son los protagonistas y el árbitro, el narrador de la historia. Se actúa, interactúa, se ríe, se pasa miedo y cualquier emoción, si se toma en serio, puede aflorar durante una partida. Es un mundo que se crea para disfrutar de los amigos y con los amigos, donde la única barrera es la imaginación (tal como hacemos en un libro o en una película). Hay temas para todos los gustos, desde fantasía medieval hasta terror, desde infantiles hasta cine negro, desde ciencia ficción a históricos; lo que importa verdaderamente es la diversión que una hoja de papel, una habitación, una trama y buenos amigos son capaces de plasmar alrededor de una mesa.
Y bueno, va siendo hora de que vuelva a mi estado natural no sea que el Gran Señor del Abismo reclame lo que es suyo y me vea tirando decenas y decenas de dados de cien para perder cordura...
Desde un oscuro rincón de la Biblioteca de Miskatonic...
Juanitoblazer

lunes, 11 de febrero de 2008

La estantería pagana: En la cripta.


Buenos días.
Siguiendo con la tónica de la recomendación de libros, he decidido dedicar esta entrada al mismo Lovecraft. Iré alternando sugerencias literarias de sus predecesores, su círculo, imitadores y seguidores de su obra y de él mismo, como es lógico.
Como sabe la mayoría, HPL editó la mayor parte de sus obras en revistas, como la Weird Tales (Cuentos Extraños) y de manera deslavazada, a base de relatos cortos y obras menores. En la edición posterior de su obra en castellano, es de agradecer a Alianza Editorial la compilación de estos relatos para ofrecerlos al público con cierta consistencia. Una de estas recopilaciones se llama como uno de los relatos que aparecen en su interior: En la cripta. Y nueve son los relatos que lo componen: En la cripta, Las ratas en las paredes, El color surgido del espacio, La música de Erich Zann, El grabado en la casa, La llamada de Cthulhu, Aire frío, El ser en el umbral y El terrible anciano.
Ninguno de ellos tiene relación, al menos en apariencia, con los restantes. Las tramas y personajes son diferentes pero todos siempre con ciertos denominadores comunes que conforman el peculiar y sórdido universo que creó Lovecraft. De igual modo, los relatos son siempre experiencias en primera o tercera persona, hechos vividos o experimentados por un tercero que convierte al narrador en testigo, no siempre ocular, de los acaecido.
Desmembrando (cómo suena esto) una a una estas nueve lecturas y asumiéndolas de manera independiente pero sin dejar de perder la visión global de los Mitos y las conexiones entre cada relato, podemos asistir a unos de los mejores marcos donde definir y encuadrar su obra. Doctrinas olvidadas, cultos esótericos más allá del entendimiento humano, dioses arquetípicos y seres primigenios (etimológicamente, los primeros), la avidez humana por lo maligno y la locura como herramienta para la concepción de la realidad que convive oculta con el hombre son, entre otras, el leit motiv de la obra de HPL.
La claustrofobia desencadenante de la locura (En la cripta y Las ratas en las paredes), la búsqueda de la maldad durante una vida (El terrible anciano y El grabado en la casa), el descubrimiento de una cosmogonía extraterrestre y terrible (La llamada de Cthulhu, El ser en el umbral, El color surgido del espacio), mundos paralelos (La música de Erich Zann) y la soledad ante terrores insondables (Aire frío) suponen una excelente ocasión y decisión para asistir a los miedos del autor y hacerlos propios.
Creo que nadie queda indiferente a este libro si, a pesar del tamaño de los relatos, se lee con tranquilidad y detalle. Pues la riqueza de su contenido y la densidad de sus ideas convierten estas narraciones en historias apetecibles para ser vividas... ....
¡Buen provecho!

lunes, 4 de febrero de 2008

Butaca de patio: Cloverfield (Monstruoso)

Buenos días.
Qué duda cabe que el cine es uno de los mayores entretenimientos que hay en la actualidad y el género de terror siempre ha sido uno de los motores de este arte. Como en cualquier otro género, hay desde obras maestras hasta subproductos o series llamadas B ó Z, desde terror psicológico hasta casquería. El abanico es muy amplio, sin duda.
Uno de los motivos más recurrentes en este género es el de los monstruos (da igual el tamaño, porque puestos a dar miedo, el alien mutante de La Cosa, de John Carpenter, y mira que era pequeño o, más aún, las vainas de La Invasión de los Ultracuerpos). La cuestión radica en el monstruo en sí, su capacidad para destruir, modificar, mutar o alterar la vida en la Tierra o a sus habitantes.
La literatura y el cine han ido y siguen yendo de la mano, ya sea inspirándose o adaptando (esto de las adaptaciones es harina de otro costal o motivo de otra entrada) una novela o ensayo. En el caso que nos atañe ahora y siendo la primera entrada que quiero dedicar al cine de terror, he optado por un estreno que durante muchos meses ha generado una expectación (calculada y muy preparada por la productora -hasta llegar a la creación de webs con hipótesis inverosímiles para alimentar la expectación-) formidable, sobre todo en internet: Cloverfield (Monstruoso).
J. J. Abrams, director de Perdidos y Alias, es el artífice de una película que solo en su primer fin de semana de exposición ha recaudado 46 millones de dólares. Esto, dicho así, no significa mucho (muchos bodrios de todos los géneros recaudan barbaridades en Estados Unidos en sus estrenos) pero la tónica, según IMDB, es ascendente.
Y es que asistimos a otro cóctel muy bien mezclado y aderezado. Actores pocos conocidos, metraje corto pero muy intenso (salvo la primera media hora), tipo serie de televisión, un monstruo que aparece solo cuando debe invitando a jugar al espectador con su identidad, filmación al estilo de la Bruja de Blair o más recientemente, REC, un sonido cuidado y envolvente, la evocación de sucesos, tanto reales como ficticios, de catástrofes (el 11S o El Coloso en Llamas) y la creación de una atmósfera de incertidumbre, son algunos de los aciertos, entre otros, que otorgan a la película una alta consideración.
Por lo general, tanta publicidad, trailers demasiado bien hechos o cientos de post por internet hablando de ella, me suelen restar interés pero dejé a un lado mis prejuicios y no me arrepiento de ello. La película merece la pena en casi toda su extensión (y escribo casi toda porque hay un par de cosillas que son demasiado peliculeras) y es altamente recomendable si quieres pasar un rato que si no se puede calificar de terror en estado puro, sí como intrigante e inquietante. Y, ciertamente, vista la poca calidad de los productos que asolan los cines, productos como Cloverfield (Monstruoso) invitan a rememorar ese viejo ritual que es ir al cine.
Desde un oscuro rincón de la Biblioteca de Miskatonic...
Juanitoblazer

jueves, 31 de enero de 2008

La estantería pagana: Los Tres Impostores


Cada semana, eso intentaré al menos, me gustaría hacer una modesta recomendación literaria. La he bautizado La estantería pagana, y a mi juicio es donde debieran estar títulos que si bien no son de obligada lectura (eso de obligada me suena muy mal) sí son muy recomendables. Y más aún para conocer mejor a Lovecraft y su obra.
Esta semana va para Arthur Machen y su obra Los tres impostores. Es una novela corta compuesta a su vez de varias narraciones cortas, en la que se incluye las conocidas Polvo Blanco y El sello negro. Como dijo Borges de esta obra: Las literaturas encierran breves y casi secretas obras maestras; Los Tres Impostores es una de ellas. Y si lo dijo Borges...
Sobre Machen no me extenderé (podéis leer su biografía en mil páginas web) pero sí me gustaría reseñar que fue miembro de la Golden Dawn (Orden del Amanecer Dorado) y eso marcó su obra desde entonces.
¡Buen provecho!

Que no está muerto lo que yace eternamente...

Hola.
Antes que nada, bienvenido o bienvenida, tanto da, pues este blog ha sido creado para todos aquellos amantes del género de terror en general y, de manera más particular, para los ávidos lectores del que para mí es uno de los grandes literatos (denostado e incomprendido, en muchas ocasiones) de la literatura de terror: Howard Philips Lovecraft.
Eich-Pi-Ele (transcripción fonética de sus iniciales), sus predecesores y "maestros" y el círculo que generó sin querer alrededor suyo son, y ésta es una opinión muy personal, los transgresores y modificadores de un género que estaba encastrado en la visión gótica del terror, basándose en las figuras de almas en pena, fantasmas, espíritus, vampiros y licántropos, entre otros menos recurrentes. Y ¡ojo! esto no quiere decir que no me apasione este subgénero, simplemente, el género de terror necesitaba un cambio.
Una vez leí (con franqueza, no recuerdo quién era el autor) que Lovecraft fue el artífice del terror racional o mejor aún, fue el que racionalizó el terror como realidad dentro de las emociones humanas y sobre todo de la historia del hombre. Después de leer al escritor de Providence hasta la saciedad, que no aburrimiento, concluyo que es un maestro en la creación de entornos lo suficientemente sombríos como para que el hombre desemboque en la mezquindad más absoluta; es un maestro en la reverberación de épocas pretéritas funestas para quien desempolva los misterios que están más allá del tiempo y, este a mi juicio es su gran acierto, es el arquitecto de una cosmogonía que antecedió al hombre y que permanece latente a su lado sin que la inmensa mayoría de la humanidad lo sepa: Los Mitos de Cthulhu.
Ahí, para mi gusto, radica el encanto de HPL. Fue el gran coctelero. La fantasía que pergueñó Lord Dunsany, la mezquindad que plasmó Poe en su obra, los dioses paganos de Blackwood, la supervivencia del mal de Machen, entre otros predecesores, y unidos a su vasta cultura clásica autodidacta, su racismo casi infantil, sus pesadillas crónicas, sus fobias domésticas (su aversión al pescado generó la raza de los Profundos) y su pasión por la nocturnidad, hicieron de su obra un cóctel que, aunque relegado casi al ostracismo en su vida, capta (como cualquiera de las muchas sectas que aparecen en sus obras) más adeptos cada día que pasa.
Como creador de este blog, considero que tienen cabida todas las opiniones sobre este y cualquier autor que escriba sobre el género que nos trae aquí. No tengo pretensiones de sentar cátedra ni hacer sentencias sobre esto, tan sólo pretendo que el gusto por el terror (o pavor, o miedo u horror, un día hablaremos sobre las diferencias entre tales términos) sea el nexo común para pasar buenos (yo prefiero malos, sin duda alguna) ratos cada vez que un libro caiga en nuestras manos.
Desde un oscuro rincón de la biblioteca de Miskatonic.
Juanitoblazer